Que hable Mr. Larkin

Ilustración de Mattia Mezzogiorno

Por Chatbot.

Supongamos que hace 20 años usted se compra un libro, All What Jazz, de un tipo llamado Philip Larkin, más que nada porque usted se compra todo libro en el que aparezca la palabra “Jazz” en el título —hasta el Jazz de Toni Morrison—; y porque le suena haber leído que el tal Larkin era un escritor de fuste y aficionado incombustible al género.

Puestos a suponer, supongamos que como es una recopilación de columnas periodísticas lo abre al azar y cae en la página 230 (en la edición española de Paidós de música). Y se topa, ¡mira qué suerte!, con una necrológica de su ídolo (de usted, no de Larkin) “Saint” John Coltrane. Uno casi “respira” el aprecio que le merecía a nuestro autor:

“Siempre sostuve que su música era el camino más corto al dolor de cabeza […y] sigo sin poder encontrar un solo motivo para escuchar un disco de Coltrane por puro placer. […] De hecho, el único cumplido que puedo hacerle a Coltrane es sobre su talla. Cuando era aburrido, era increíblemente aburrido; cuando su sonido era desagradable, nada podía igualarlo. Graznar durante dieciséis compases no es nada… Coltrane podía hacerlo durante dieciséis minutos […] Lamento la muerte de Coltrane como lamento la muerte de cualquier hombre, pero no puedo ocultar el hecho de que con ella el jazz experimentará un inmenso y bienvenido silencio”.

En ese punto uno se sentiría tentado de mandar el libro a la mierda y maldecir la ocurrencia de su compra. Pero luego cata aquí y allá y empieza a leer más y más, y acaba simpatizando —a pesar de que sus opiniones están en las antípodas de las de uno— con un tipo divertido, mordaz, vitriólico e inclemente en sus críticas, o sea, en las antípodas de un Panassié, pongamos, igualmente inclemente, pero tan francés y tan cargante (saxofonista fracasado, además). Lo que une a ambos —Larkin apreciaba mucho a Hugues Panassié— es su convencimiento de que hacia 1940 se alzó una barrera infranqueable que acabó separando un género musical llamado jazz de otro que era solo ruido, agobio y decadencia, pero que no era jazz.

Nada sorprendente en Larkin: si algo define y resume su posición en el mundo, respecto al jazz y a todo lo demás, es que era un antimoderno radical en todos los terrenos artísticos; no por “anti-intelectual”, sino porque detestaba el esnobismo artístico, el culto a la novedad por la novedad:

“No me disgustan esas cosas porque sean nuevas, sino porque constituyen una explotación irresponsable de la técnica, algo que contradice la vida humana tal y como la conocemos. Esa es la crítica básica que le hago a la modernidad, ya sea Parker, Pound o Picasso quien lo perpetre: no nos ayuda ni a gozar, ni a superarnos”.

Concedió escasísimas entrevistas en su vida, y en una época tardía. En la última, a la Paris Review, justo cuando cumplió 60 años y diez años después de publicar el libro, fue igual de contundente:

“Me parece innegable que hasta este siglo la literatura utilizaba el lenguaje de la manera en que todos lo usamos, la pintura representaba lo que lo que ve cualquiera con una visión normal, y la música era un asunto de ruidos agradables y no desagradables. La innovación del «modernismo» en las artes consistió en hacer lo contrario. No sé por qué ocurrió, no soy historiador. Hay que distinguir entre cosas que parecían extrañas cuando eran nuevas, pero que ahora son bastante familiares, como Ibsen y Wagner, y cosas que parecían enajenadas cuando eran nuevas y siguen pareciendo enajenadas ahora, como el «Finnegans Wake» y Picasso.

El jazz mostró esto muy claramente porque es un arte «abarcable», apenas tan viejo como el siglo. Charlie Parker destrozó el jazz —eso me dicen— al usar la escala cromática en lugar de la escala diatónica. La escala diatónica es lo que se utiliza si usted quiere escribir un himno nacional, una canción de amor o una nana. La escala cromática es la que se utiliza para provocar el mismo efecto que beber un Martini de quinina y que te pongan un enema simultáneamente. Si sueno exaltado en este punto, es porque amo el jazz, el jazz de Armstrong y Bechet y Ellington y Bessie Smith y Beiderbecke. Que un drogadicto paranoico destruyese todo esto me puso furioso. De todos modos, el jazz ahora está muerto; muerto como los madrigales isabelinos. Sólo podemos atesorar sus discos. Y es lo que yo hago”.

Claridad y acida ironía a la hora de expresarse, marcas de la casa del Larkin escritor. Y lo que hace que muchos hayamos sentido ese cóctel de irritación y encantamiento con sus textos. Aunque William Logan lo ha expresado mejor: “Hay algo desagradable en Larkin, pero atractiva y gratificantemente desagradable”.

Y no solo en el ámbito artístico. En política, las pocas veces que habló del asunto, no era menos claro, lo que contribuyó a que Larkin fuese considerado por la intelectualidad británica de la época como un “tocapelotas de derechas”:

“Siempre he sido de derechas. Es difícil decir por qué, pero como no soy un pensador político, supongo que identifico a la Derecha con ciertas virtudes —el ahorro, el trabajo duro, el respeto, el deseo de preservar—, y a la Izquierda con ciertos vicios —la ociosidad, la codicia y la traición—. Todo muy injusto, sin duda”.

En este punto conviene aclarar que Larkin no era un polemista y optó desde muy joven por alejar a toda costa cualquier foco de atención sobre su persona. Escogió una vida aparentemente apagada de bibliotecario de provincias, con la que no era mucho más complaciente tampoco. En la misma entrevista a la Paris Review (que solo aceptó realizar por correo, reacio como era a que un desconocido invadiese su territorio), y a la pregunta de cómo era su día a día respondió:

 “Lo más simple que puedo. Trabajo, cocino, como, lavo, hablo por teléfono, escribo, bebo y veo la televisión por las noches. Casi nunca salgo. Supongo que todos tratamos ignorar el paso del tiempo. Algunos haciendo cosas sin parar y viviendo un año en California y al siguiente en Japón; en mi caso, haciendo lo mismo todos los años y todos los días del año. Probablemente ninguno de los dos métodos funciona”.

Tampoco es que se sintiese defraudado por dónde y cómo vivía:

“Realmente no me doy cuenta de dónde vivo: siempre que se satisfagan algunas necesidades simples (paz, tranquilidad, calidez), no me importa dónde estoy. Vivir en Hull, me gusta porque está muy lejos de cualquier otro lugar. De camino a ninguna parte, como dijo alguien. No me importaría visitar China si pudiera volver el mismo día. Odio estar en el extranjero. En general, cuanto más lejos se está de casa, mayor es la miseria. No estoy orgulloso de esto, pero tengo una singular indiferencia por conocer otros lugares”.

Con estos antecedentes no les extrañará que un tema particularmente oscuro en la vida de Larkin haya sido su relación con las mujeres, sobre lo que se expresó con la misma mordacidad que acostumbraba con el arte. Calificarlo de misántropo no parece exagerado (de momento):

“¿Casarse? Encuentro la idea de estar siempre en compañía bastante opresiva; Veo la vida más como un asunto de soledad tamizada por la compañía que como un asunto de compañía tamizada por la soledad. No quiero sonar falsamente ingenuo, pero a menudo me pregunto por qué la gente se casa. Puede que les desagrade estar solos más que a mí. Cualquiera que me conozca te dirá que no me gusta la compañía. Me gusta mucho la gente, pero es difícil acercarse a la gente sin aceptar la compañía. Y creo que vivir con alguien y estar enamorado, de todos modos, es un asunto muy difícil porque casi por definición significa ponerse a disposición de otra persona, valorándola más alto que a ti mismo”.

Así que permaneció soltero, aunque mantuvo una larga relación intermitente con una mujer llamada Monica Jones. Una relación que, a la vista de sus ideas al respecto, no debió de ser fácil. Si creen que trataba con dureza a Charlie Parker o a John Coltrane, fíjense lo que le escribía a la buena señora:

“Querida, debo parecer muy pomposo y malhumorado. . . Es simplemente que, en mi opinión, harías mucho mejor en revisar, drásticamente, la cantidad de cosas que dices y la intensidad con que las dices. . . Quiero instarte, con todo cariño y amabilidad, a que reflexiones sobre cuánto dices y cómo lo dices. Incluso me atrevería a poner 3 reglas: Uno, no digas nunca más de dos frases, o muy raramente tres, sin esperar una respuesta o comentario de tu interlocutor; Dos, abandona por completo tu voz áspera y didáctica, y usa sólo la suave y musical (excepto en casos especiales); y Tres, no mires más que a tu interlocutor (¿palabra equivocada?) una o dos veces mientras hablas. Estás cogiendo la costumbre de aburrir con la mirada o de girar la vista hacia las facciones de tu oyente: ¡no lo hagas! Es de lo más molesto».

En su descargo cabe decir que en su correspondencia a lo largo de cuarenta años hay otras muchas cartas que revelan que consideraba a Jones como su igual intelectual, a diferencia de lo que ocurrió con otras mujeres con la que tuvo relaciones esporádicas. Por encima de todo, Jones era su muy apreciada compañera de legendarias cogorzas.

Philip Larkin, con su pareja, Monica Jones, en el funeral por el poeta laureado John Betjeman en la Abadía de Westminster el 29 de junio de 1984.

Digamos que los dos eran infelices a su manera. Y aquí, me perdonarán la imperdonable debilidad de parafrasear impunemente a Tolstoi: Todos los abstemios felices se parecen unos a otros, pero cada borracho infeliz lo es a su manera.

“Creo que es mucho más fácil imaginar la felicidad que experimentarla. Lo cual es una pena porque lo que imaginas te hace sentirte insatisfecho con lo que experimentas, e incluso puede llevarte a descuidarlo”.

Uno de los problemas para llegar a Larkin es precisamente la incapacidad para capturar a un personaje que se nos aparece a un tiempo como misógino, xenófobo, aguafiestas insufrible; y, en contraposición, como poeta sensible y preocupado por sus lectores, con gran simpatía hacia las vidas ordinarias, de las que, como hemos leído, él se consideraba parte. Una incapacidad que alcanza a sus dos biógrafos. El primero, Andrew Motion, no perdió ocasión de retratar a un Larkin miserable; mientras que el segundo, James Both, no hizo otra cosa que rescatarlo del fango moral en que lo sitúo el primero y negar de forma vehemente su pretendida misantropía ponzoñosa. Quizá esa imagen que se nos escapa ayude a explicar por que Larkin, con semejantes antecedentes, no ha sido enteramente cancelado —a pesar de los reiterados intentos— y sigue siendo poeta de obligada lectura, por supuesto “no oficial”, para los jóvenes británicos. En todo caso, nos resulta difícil encajar las piezas de quien arrancó uno de sus poemas más conocidos con “Mira que te joden papá y mamá / No es a propósito, pero lo hacen”, aunque amaba a sus padres; y que también escribió “La alegría suprema es estar vivo en la carne”, aunque se regodeaba en su nihilismo. Ni siquiera su mejor amigo, Kingsley Amis, pudo lograrlo.

Amis conoció a Larkin cuando llegó a Oxford en 1941 y trabaron una estrecha amistad que se prolongó, a pesar de la distancia, de forma epistolar durante años —Amis sostenía que Larkin era el mejor escritor de cartas que había conocido—. Larkin había llegado a Oxford el año anterior; tiempos difíciles, pero que él experimento como una liberación, como un desquite de una infancia y adolescencia de las que abominaba: acoso, tartamudez, aislamiento.

“Cuando intento sintonizar con mi infancia, las emociones dominantes que capto son, abrumadoramente, el miedo y el aburrimiento… Nunca salía de casa sin la sensación de que así entraba en un nuevo ambiente más fresco, más limpio, más sano y más agradable”.

“Hasta que crecí pensaba que odiaba a todo el mundo, pero cuando crecí me di cuenta de que sólo eran los niños los que no me gustaban. Una vez que empiezas a conocer a los adultos la vida es mucho más agradable. Los niños son horribles, ¿verdad? Pequeños brutos egoístas, ruidosos, crueles y vulgares”.

Entre Amis y Larkin pronto se estableció una sintonía especial sustentada en la admiración mutua como escritores y en el disfrute compartido de cantidades ingentes de alcohol —¡magníficos borrachos!— :

“En nuestra juventud, Kingsley Amis y yo solíamos intercambiar poemas inéditos, en gran parte porque nunca pensamos que podrían ser publicados, supongo. Él me animaba, yo le animaba a él. El estímulo es muy necesario para un joven escritor. Pero es difícil encontrar a alguien que valga la pena alentar. No hay muchos Kingsleys. […] Yo estaba profundamente convencido de que Kingsley era el escritor más divertido que había conocido; y quería que todos los demás pensaran lo mismo”.

Amis, cuando habla del Larkin de la juventud, se refiere a un tipo amigable, ruidoso, sarcástico, burlón en extremo con los estereotipos oxonienses, siempre acompañado por un vaso de lo que hubiera —eran tiempos de guerra— con la condición de que tuviese cantidades apreciables de alcohol etílico, y que compartía con él el gusto por el humor escabroso y obsceno. Pero a medida que fue leyendo su obra, Kingsley Amis se percató pronto de que algo no cuadraba, de que no podía conciliar todo, que de aquí y allá brotaba el Larkin encerrado en sí mismo, en pugna con el Larkin que él trató. Lo resumió en una palabra: desconcierto. Martin, hijo de Kingsley y continuador de la estirpe de los “magníficos borrachos”, que no tuvo mucho trato con él superada la adolescencia, recordaba el comentario de su padre a la vuelta de funeral de Larkin: “Suena raro, pero a veces me pregunto si alguna vez le conocí de verdad».

Si Kingsley Amis tiró la toalla, ¿qué podemos esperar nosotros?

Abandono, pues, al inasible Larkin, porque yo, en realidad, había venido aquí a hablarles de lo mío, que es el jazz. Pero ha sido darle a Larkin la palabra y quedar inevitablemente atrapado por la telaraña de sus textos implacables. Recupero algo del propósito inicial para cerrar con algún ejemplo de la música que tanto le motivaba. Él habló varias veces de cómo arranco su afición:

“Siempre pienso en «Tiger Rag» de Ray Noble como mi primer disco de jazz: en realidad no muy «jazzy», pero al que definitivamente podemos llamar «jazz»; y el segundo que compré fue «I’m gonna play down by the Ohio» de Washboard Rhythm Kings, que todavía tengo. Y el tercero fue «Ain’t Misbehavin'» de Louis Armstrong. Por supuesto, una vez que me hice con él, el camino estaba expedito”.

Y a partir de ahí, Bix Beiderbecke, Count Basie, Lester Young, Billie Holiday, Duke Ellington, Johny Hodges, Teddy Wilson y muchos otros. Hace años se publicó un largo recopilatorio, Larkin’s Jazz, que recogía toda esa música y que arranca con los tres “destellos iniciales”. Está disponible en YT (ojo, en forma de lista; pulsen en el extremo superior derecho para ver todos los temas).

Ese era el único tipo de jazz —o sea “EL jazz”— al que Larkin se refería cuando dijo:

“Escuchar un nuevo disco de jazz durante una hora con una pinta o un gintonic es el mejor remedio que conozco para concluir un día de trabajo”.

En una edición revisada de All What Jazz, publicada poco antes de morir de un cáncer de esófago, escribió un último párrafo que parece una despedida de nosotros, sus lectores:

“Sea como fuere, mis opiniones no han cambiado. Si Charlie Parker parece hoy menos ruidoso que en 1950, se debe únicamente, como ya he dicho, a que le han sucedido tipos aún más escandalosos, algo parecido a lo que podríamos afirmar, mutatis mutandis, de Picasso y Pound. Pero si algo he de confesar que no me gusta de mis «Escritos sobre jazz», es que me retratan más como un detractor que como un fan. Sigo insistiendo en que me gusta el jazz: los grandes pioneros negros y sus alegres discípulos blancos, y el mundo cada vez más remoto que rodeaba aquella música: las salas de baile, los bombines, las bandas a lomos de un autobús, los esmóquines, los atriles con sus monogramas, los repugnantes estudios de grabación donde se reunían y los micrófonos colgantes que registraron todo aquello para nosotros”.

Me resulta difícil de entender cómo y por qué Larkin fue incapaz de percibir la línea que une en la misma tradición musical a Armstrong y Bechet con Parker, Coltrane o Davis. Era renunciar a la historia del jazz, congelarlo en una foto estática. En fin.

Me permitirán que ceda la última palabra no a Mr. Larkin, que hace mutis tan inaprensible como al principio de esta entrada, sino a Martin Amis, que heredó de su padre el aprecio por su poesía y que fue encendido defensor del escritor, hasta el punto de autocalificarse de “Larkinhólico”:

“La vida de Larkin fue un fracaso; su obra, un triunfo. Eso es lo único que importa. Porque la obra, a diferencia de la vida, perdura”.

99 comentarios sobre “Que hable Mr. Larkin

  1. Compré ese libro de Larkin viviendo aquí en Cholet. Posiblemente de los primeros libros para reiniciar mi biblioteca.

    Excepto con la bebida y las mujeres, que uno, sin ser abstemio, se quitó de beber a diario más allá de vino en la comida, mi posición con el Jazz estaba muy cerca de la que él contaba. Sólo que había escuchado mucho a Davis y a todos los que él detestaba.

    En muchas ocasiones mi posición era la suya, pero cuando estos que él detestaba sacaban el genio, su opinión se me quedaba anticuada.

  2. Buena semblanza, Chatbot. Es posible que para percibir la línea que une a Armstrong con Coltrane, sea necesaria la perspectiva que otorga el tiempo. El tiempo es una maravilla que lo va poniendo todo en su sitio, de manera ordenada.

    Buenos días.

  3. Excelente retrato, ChatBot, estos cascarrabias son encantadores a fuerza de gruñidos.

    Me hace pensar esa frase suya acerca de la imagen que proyecta más como hater que como admirador entregado del jazz. Es normal que sea así, por otra parte, si tan temprano como con Charlie Parker perdió el tren y se quedó en los pioneros y en las big bands.

    Fuera de onda:

  4. Leída la poesía de Larkin, y ese: «La nota que mantienes, afila y subes, tiembla/ como Nueva Orleans reflejado en el agua», sobre Sidney Bechet, no me ha obligado a leer sus opiniones de talibán sobre el jazz.

    Porque en el fondo, no todos somos buenos poetas, pero si bastante talibanes.

  5. KINGSLEY/MARTIN AMIS, CONQUEST, FENTON, LARKIN Y HITCH

    Le pedí a Chatbot que nos escribiera esta magnífica entrada sobre Larkin y el jazz debido a mi interés en esa pandilla de escritores británicos que cito. Comparto con ellos que un hombre debe dedicar todas sus fuerzas al sexo, la bebida y los libros. Así lo hacen ellos contándolo además sin rubor, de la misma manera que explicitan sus divergencias políticas que nunca fueron obstáculo para la amistad. Nótese que en esa lista hay dos generaciones (la mía y la de mis padres) que se fertilizan mutuamente.

    Ando ahora releyendo en paralelo ‘Koba, the dread’ y su tradución al español, un libro de Martin que me gusta especialmente. Me pasa igual que con Carrére (otro que aprendió de sus progenitores), su forma de escribir conecta con mi forma de pensar. No soy capaz de encontrar un escritor español que concuerde con ellos.

  6. Por cierto, patético comportamiento anoche del presidente, la hinchada, el entrenador y los jugadores del Barca, con el President y la ministra tontita en el palco. Me alegro de que hicieran el ridículo de esa forma.

  7. Para ser un borrachín eficaz hay que disponer de un buen hígado. De ahí la importancia de instrumental en el despliegue del talento. Lo hice lo mejor que pude puede ser una socorrida conclusion, pero no es del todo cierto, hay momentos mejores que otros, salvo que contemos en décadas.

  8. Interesantísimo, Chatbot. Creo recordar que a Larkin me lo recomendó, cómo no, Jon Juaristi, aunque no le hice mucho caso. Había leído algún poema en una revista andaluza (¿tal vez Con dados de Niebla?) pero no logró conmoverme, así que no hice el esfuerzo. Por cuestiones meramente musicales, me cuesta leer poesía en idiomas no románicos y no soporto las traducciones literales, esas que acostumbra a publicar Visor y han dado como resultado que tantos poetas coetáneos escriban ajenos a la prosodia, la música, el ritmo y el interés. Ahora que lo pienso, quizá sea jazz.

    O sea, que me interesan las opiniones de Larkin sobre el jazz, que aun siendo extremas no difieren mucho de las que sostienen la gran mayoría de los mortales. Y lo sé porque he pasado, en la juventud, muchas horas intentando convencer a amigos y allegados de que intentaran escuchar jazz o leer poesía. Hace décadas que no doy la tabarra. 

    Juraría que ese rechazo de Larkin al ‘modernismo’ (lo que en España llamamos ‘vanguardia’; que no debe confundirse con el ‘modernismo’ en español, un post-romanticismo con prosodia francesa) es una actitud bastante común y mayoritariamente popular: aún recuerdo el ánimo insurreccional de la hinchada rojiblanca cuando, para celebrar el regreso del Athletic a las competiciones europeas, se estrenó la camiseta diseñada por Darío Urzay. No quiero ni imaginar qué ocurriría si hacen una versión a lo Coltrane del himno; sin duda, correría la sangre. 

    En fin, que pienso en el Coltrane de Giant Steps, sin ir más lejos, y no me extraña que a Larkin se le fundieran los circuitos. Por no salir del álbum, una primera audición de la exasperante Countdown podría refutar para siempre el proverbio de que «la música amansa a las fieras»; me imagino a mi padre soltando su recurrente «quita esa música ratonera» o a mi amada esposa con su más sutil «¿podrías poner otra música distinta?». Y eso que Coltrane, comparado con Charlie Parker, es casi melódico. 

  9. Espectacular entrada, Chatbot.

    Mientras iba asintiendo sostenía la respiración: ¿qué dirá el Sr.Verle?

    Tampoco me ha decepcionado, claro.

  10. Vas a encargar el libro de Sergio y Petón y te encuentras esto :

    Desde España

    Sara C. P.

    1,0 de 5 estrellas Propaganda fascista

    Revisado en España el 16 de abril de 2024

    Compra verificada

    No es un estudio serio, sino propaganda fascista cargada de adjetivos calificativos, leyendas urbanas sin citar fuentes y datos tan rigurosos para la historia como decir «le dejó la novia por impotente».
    ¡Qué vergüenza que en plena oleada reaccionaria Planeta se dedique a promocionar libros revisionistas!

    ÚtilDenunciar

    Tomás Montero

    1,0 de 5 estrellas El antilibro (propaganda roja camuflada)

    Revisado en España el 16 de abril de 2024

    Parece que el grupo de aprovechados que quiere costearse gastos a costa de la carcunda de este país va en aumento ¿Cómo se puede llamar siquiera libro a esto y cobrar por ello?
    No merece siquiera mayores comentarios.

  11. Hay que quitarse del tópico romántico de la alabanza de la bebida. La bebida es una mierda, y muy especialmente al modo  de las culturas que no han tenido tratos regulares con el vino, los países  del norte y este de Europa, los anglosajones, los asiáticos o los indígenas americanos (nada más triste que ver beber a un nicaragüense o a un venezolano): ingestión masiva de licores de alta graduación hasta perder la consciencia o desintegrar el hígado. Beber es un arte difícil que no está al alcance de la mayoría de los mortales. 

    Estos ‘magníficos borrachos’ fueron magníficos por su extraordinaria inteligencia, socavada precisamente por su insistencia en beber hasta matarse. Sí, es cierto, la bebida desinhibe las convenciones sociales y facilita la amistad, pero por la misma razón saca al bicho que llevamos dentro y arruina la existencia. Los magníficos del mundo son pocos y la estúpida borrachera les quita puntos.

  12. Gracias por sus comentarios, amigos. Y por sus reflexiones acerca de este tipo de personalidades que se «salen del carril».

    [Estoy leyendo la entrevista a Boyero en EM y por momentos se me aparece un «Larkin cinéfilo»]

  13. Doy fe PerroAntoine. Además si acabas enfermo- adicto, pasas ineludiblemente por diferentes escalones y el penúltimo y el último son respectivamente el infierno para los otros y para ti mismo.

  14. Perro, la frase «quita esa música ratonera» la tuve que escuchar mucho en mi adolescencia: en esa época sonaban sin parar en mi habitación Coltrane, Mingus, Kirk, Coleman et al. Le perdí la pista una larga temporada porque a mi querida esposa también le gusta el jazz. Y la recuperé con todo su vigor cuando mis hijas tuvieron uso de razón.

    [Ahora ha sido sustituida por «deja de hablar de la maldita IA; estamos hasta el gorro del temita»]

  15. Los seres cogitantes, borrachos o no, somos el resultado de una infección vírica… De hoy en el noticiario de SciAm

    ——————

    El misterio de la mielina

    La repentina aparición de la mielina en la historia evolutiva ha sido un misterio, pero una nueva investigación puede haber resuelto parcialmente la cuestión. La mielina es la cubierta multicapa de las fibras nerviosas que permite la transmisión ultrarrápida de los impulsos neuronales en los seres humanos y otros vertebrados. Pero no hay rastro de mielina en la línea ancestral que precedió a la llegada de los vertebrados, animales con columna vertebral surgidos hace 500 millones de años. El nuevo hallazgo indica que un virus infectó a nuestro antepasado vertebrado, deslizando así en su ADN las instrucciones genéticas para fabricar mielina. Según el neurocientífico R. Douglas Fields, este fenómeno evolutivo representa un ejemplo de equilibrio puntuado, el típico patrón de especiación rápida de los cambios evolutivos significativos.

    Por qué es importante: La mielina es posiblemente el avance más significativo en los sistemas nerviosos del reino animal. El impulso que supone para acelerar la transmisión de información en el organismo es en gran parte responsable del salto en la capacidad cognitiva de perros, delfines y personas, por ejemplo, en comparación con babosas, gusanos y estrellas de mar, por ejemplo.

    Lo que dicen los expertos: «El misterio de la mielina requiere más investigación», escribe Fields. Una cuestión pendiente: hay pocos indicios de MBP, una proteína esencial para formar la vaina de mielina, en los ancestros de los vertebrados.

    [Para genetistas cafeteros, este es el paper original]

  16. «Música de los osos» era la expresión sufrida por un yo adolescente, y universitario, que tuvo la suerte, no como mis hijos, de tener trabajo e independizarme rápidamente de la familia numerosa que soportaba malamente las rarezas del primogénito.

  17. [Se considera desde hace tiempo la posibilidad de que muchas de las enfermedades «desmielinizantes», la Esclerosis Múltiple a la cabeza, tengan un origen vírico. Se me ocurre pensar, pura tormenta de ideas, que un virus nos dio la mielina y un virus nos la quita; y el sistema inmunitario en medio de la refriega ]

  18. Al hilo del planteamiento de la entrada de Chatbot (e independientemente del nudo y desenlace), nunca, bueno casi nunca, he comprado libros sobre música. No tiene mucho sentido, por ejemplo, que te compres ‘Cuentos de la era del jazz’ aún firmado por F. S. Fitzgerald, si lo que te interesaría es la música. Otra cosa es cuando te lo han regalado.

    Por eso, para Holmesss y su Barça, recupero de mi blog esta disgresión literario-musical:

    https://queremosverle.blogspot.com/2021/07/es-nuestro-hijo-de-p.html

  19. Lo siento por Larkin y sus anteojeras.

    Aunque yo también: «Trabajo, cocino, como, lavo, hablo por teléfono, escribo, bebo y veo la televisión por las noches. Casi nunca salgo. Supongo que todos tratamos ignorar el paso del tiempo (…) haciendo lo mismo todos los años y todos los días del año«.

    Por eso, un día como hoy, en 1956, Johnny Griffin grabó su estupendísimo álbum de debut «Introducing Johnny Griffin». Álbum también conocido como «Chicago Calling», así se acreditaba en la contraportada, debido a que contiene ese magnífico tema del propio Griffin. El cuarteto, con grandes figuras, estuvo a la altura, respaldando los solos largos y finos de Johnny Griffin.

    Fue grabado en el estudio Hackensack, N. J., de Rudy Van Gelder, el 17 de abril de 1956.

    Eclipsado por los grandes reconocidos del saxo tenor de jazz como Coltrane y Rollins, Johnny Griffin era tan igual como los mejores: un estilista elegante, rápido y con un gran alcance. Cuando se trata de tocar jazz directo y emocionante, Griffin siempre fue difícil de superar. Considerado como ‘el saxofonista más rápido del mundo’, Griffin fue una fuerza poderosa desde el comienzo de su carrera, tocando cada nota con intensidad. Griffin, un maestro en la extracción sin esfuerzo a través de los cambios de acordes, muestra energía juvenil junto con la madurez de un veterano.

    Tuvo una carrera larga y productiva que durante décadas se encontró interpretando el bebop duro o las baladas cálidas que más amaba.

    Personnel:

    Johnny Griffin – tenor sax

    Wynton Kelly – piano

    Dillon «Curley» Russell – bass

    Max Roach – drums.

  20. Entonces, Mr. Verle, si no tiene sentido comprar un libro sobre música si te interesa la música, tampoco lo tendrán los libros sobre escultura o cine o… arquitectura. ¿Y ahora qué voy a poner en la mesa de café para que se entretengan las visitas mientras preparo la merienda, un libro de Herodoto?

  21. Gracias Sr.Verle.

    Yo también confieso: ayer tuve un impulso, y me apunté a un curso de cocina con Ada Parellada en el mercado del Ninot.

    Entre 1930 y 20h55, junto a otros siete alumnos, vimos preparar tres recetas de legumbres muy apañadas.

    A las 21h. fui a ver el fútbol en el bar París, de la calle París, en el Ensanche de Noparís.

    Soporté la primera parte rodeado de pirados y oligofrénicos, y ya en casa vi -es noche de confesiones- «El paciente inglés». Kristin Scott-Thomas es mi descargo.

    Ya era medianoche cuando supe cómo habían acabado en Montjuich.

    A ver qué hace Guardiola.

  22. Josénez, no lleve la cuestión al límite. Si te interesa la música te compras los discos, te bajas los vídeos, o lo que sea para escucharla, con o sin merienda, copas etc. Puede no estorbar aclarar o ampliar algún concepto en alguna publicación.

    Entendería que los libros ‘sobre…’ los deberías escribir tú. Yo es lo que hago con mi materia.

  23. Recuerdo que cuando leí «El ruido eterno» de Alex Ross, un mago de la adjetivación, me lancé sobre algunas de las obras tan sugestivamente descritas en el libro y me di un morrillazo importante contra piezas que podrían titularse «Pitido y roce de coche contra columna un día de obras de alcantarillado n⁰2».

    También descubrí obras que ya están entre mis favoritas del modernismo, como las de Charles Ives, o marcianadas que me encantan como el «Requiem» de Lenny Bernstein.

    En jazz de avant-garde, que dirían en las clasificaciones de discos, me gustó mucho hace años Wadada Leo Smith y me lo sigo poniendo de vez en cuando, aunque necesito un temperamento especial para escucharlo porque según cómo te pille el día te puede empujar a salir en busca de tu vecino escopeta en ristre como si fuera un cochino jabalín.

  24. Saber beber, saber escuchar música, saber leer, saber recibir, saber conversar, saber tratar…

    Los fanáticos e ignorantes no saben ninguna de estas cosas. La cultura trata de eso precisamente; cuando más alta, mejor.

  25. ¿A quién se le ocurre leer un libro escrito por el de los Guns N’Roses, Quinn? 🙂

  26. Lamento la confusión de la Viejecita sobre la serie de Ripley que efectivamente analizó previamente con buen atino Mgaussage. Yo no cito a nadie porque no conozco a nadie y como al lado de ustedes soy un analfabeto funcional (no sé quién era Larkin) y solo hablo de lo poco que se: cine y novela negra, comics, funk y fósiles. Además, tengo que pasar como Cludiosifilis por el purgatorio antes de aparecer por aquí (en mi caso merecidamente por bocazas).

    MI recomendación es que se suscriba temporalmente a Netflix por un mes. La serie lo merece. Yo hoy he empezado a mirar TV 4k porque la vi en HD pirata y para la segunda temporada, que la habrá, la veré legalmente. Lástima que no la saquen en Blu-ray. Yo soy de los que leo, veo o escucho en pirata y si me gusta termino comprando. He tomado más de 100 pantallazos de diferentes capítulos para disfrutar con tranquilidad de la magnífica composición estética que ha montado Steven Zaillian. Por ejemplo, cuando Ripley entra en la tienda de discos e intentar ver que discos hay en los cajones o las revistas del kiosco, los anuncios o las botellas de licores, la tienda de antigüedades, los museos y sus obras, la habitación y la cocina de Ripley en Roma. Son como pequeños puzles. En fin, a ver si pillaba alguna anacronía, pero la resolución no da para mucho.

    Recomendaciones inquisitoriales.

    Lecciones de química. Bonnie Garmus. Salamandra.

    Endeavour. Prime.

    Poirot de David Suchet. Prime.

    Cancelaciones inquisitoriales

    Rialto 11, Naufragio y pecios de una librería. Belén Rubiano. Asteroide.

    El mercader de libros. Luis Zueco. Ediciones B

    Las bragas al sol. Regina Rodriguez Sirvent. Suma.

    Saludos y salud para todos y hasta otra.

  27. Buenas, tardes ya a todos.

    Me ha hecho ilusión ver a Larkin en la entrada. Tengo sus Collected Poems en la edición de Faber &Faber y Marvell Press de 1988. Y no soy muy aficionada a la poesía, pero, ese libro, lo tengo lleno de marcadores , para ir una y otra vez amis poemas favoritos.

    En cambio, con el jazz, me quedé anclada en lo que escuchaba en mi juventud, y no me leí All What Jazz. Ahora con el texto de Chatbot, veo que hubiera coincidido bastante con Larkin. Pero tampoco ahora lo leeré, que ya estoy vieja para intentar mejorar de gustos..

    Lo que me impresiona es que se ponga a la misma altura a Kingsley Amis que a Larkin. Que serían amigos, y K.A. tendría mucho sentido del humor, y sería un borrachín bastante atractivo y muy simpático, pero que, para mí, no hay color.

    Y que no me extraña que a Martin Amis, la idea , que le metía en la cabeza su antigua novia, de que en realidad no era hijo de Kingsley sino de Larkin, ( que, creo yo que era su padrino, aunque ya con mi mala memoria puede que no fuera así). le hiciera mucha gracia, y que lo contara en aquél libro …

    Y ahora, me han picado ustedes la curiosidad con el dichoso fútbol, y voy a irme a san google , a ver si me entero de que pasó ayer.

    Pero antes:

    ¿ Está Olmedo ya en casa?

  28. Muchas Gracias Don Inquisidor. En cuanto terminemos de ver «The Leftovers», que, a capítulo diario, vamos por la mitad de la segunda temporada, me apunto a Netflix por un mes. Lo malo es que esas cosas te enganchan, y acabas por quedarte. Pero veré Ripley, y por lo legal.

    Y había leído el libro de Bonnie Garmus , antes de que saliera la serie, y por supuesto, esta última me encantó.

  29. Olmedo va a seguir hospitalizado unos cuantos días, no es posible de momento prever cuántos.

  30. Puede que sirva para algo leer la conferencia sobre música de Byung-Chul Han en Leipzig, que ofreció el año pasado acompañado por joven pianista tocando obras de Bach y Schumann. O puede que no.

  31. El comentario que traía esta mañana Chatbot sobre la mielina, me ha retrotaído a 1982 en la Clínica Universitaria de Navarra con el neurocirujano Doctor Martínez Lage.

    Después de mi accidente de moto y con el brazo colgando del todo y sin sensibilidad en el 80% del mismo, el equipo del Doctor ML me propuso un transplante de nervio sural de la pierna para tratar de recuperar sensibilidad y quizás alguna función motora.

    Era indispensable efectuar una mielografía para comprobar lo distal de la médula en que se encontraba la rotura del plexo braquial.

    Una mielografía consiste en inyectar un contraste en la médula espinal y después pasar por rayos X para comprobar la situación de la lesión. Durante el proceso estas boca abajo y sujeto con correas y un asa para la mano pues la mesa se va moviendo de posiciones.

    El proceso en sí podríamos llamarlo «incómodo y desagradable» pero no doloroso.

    Lo cierto es que fue leve en comparación a mis expectativas y al regresar a la habitación estaba exultante y. ante el asombro y alarma de los enfermeros nada más entrar a la habitación me puse de pie y me fui al baño, con enormes ganas de orinar, mientras escuchaba a la enfermera:

    -No deberías haberte movido!!!!

    No tarde muchos segundos en sentir un mareo descomunal y me fui directo al suelo entre vómitos.

    Pasé una noche de terror sin parar de vomitar completamente mareado y con poca consciencia.

    Así que Olmedo, siga las prescripciones, aproveche la habitación con pensión completa, ya que cuando uno está fastidiado donde mejor se está es en la clínica.

  32. … aún recuerdo el ánimo insurreccional de la hinchada rojiblanca cuando, para celebrar el regreso del Athletic a las competiciones europeas, se estrenó la camiseta diseñada por Darío Urzay.

    (nos recuerda Perroantonio)

    Tuve ocasión hace poco de estar en una comida con Darío Urzay. Me sorprendió que siguiera indignado con el rechazo que produjo su diseño para la zamarra de Athetic.

    Este diseñador y pintor es de Bilbao pero vean de qué palo va:

  33. El pianista Diego Fernández Magdaleno ha sacado, Alia Vox mediante, un doble disco en homenaje a Savall que es muy interesante, confrontando interpretaciones clásicas de este al mando de Hesperion XXI con nuevas composiciones para piano solo encargadas a compositores contemporáneos. Catorce parejas.

  34. A ver si consigo que alguien lea «Quemar los días» de Salter:

    «El ejército. Suenan las últimas canciones del baile, las sentimentales, las preferidas de todo el mundo. Bailo con una chica que se llama Pat Potter, rubia y elegante, que conocía ya no sé de qué. Hay momentos en que uno forma parte de la verdadera belleza, el espectáculo. Han puesto Army Blue, la canción matrimonial y de despedida. Hay cien, doscientas parejas en la pista. El ejército. Rostros familiares. Esta inmensa fraternidad en la que te doblegan lentamente hasta moldearte por completo. Esta gran familia en la que uno siempre avanza, incluso cuando duerme.

    Las severas órdenes se habían convertido en mis órdenes, lo único más difícil que el triunfo, como dijo el poeta. Mucho después, en Georgia, siendo ya capitán, me bajé de un avión detrás de un hombre cojo. Nos detuvimos al pie de la escalinata.

    —¿Te acuerdas de mí? —preguntó.

    En ese momento lo reconocí: era el hijo de un amigo de mi padre, y recordé que estaba en su primer año cuando yo era ya un cadete veterano.

    —¿Qué te ha pasado? —dije—. ¿Ya no estás en el ejército?

    Se había retirado, contestó, pero, curiosamente, a menudo se acordaba de mí.

    —¿Qué quieres decir?

    Empecé a recordarlo cuando me lo contó. De plebeyo había jugado al fútbol pese a su constitución menuda. Era quarterback. El siguiente otoño acudió a mí en busca de consejos. ¿Debía seguir intentando triunfar en el equipo —tenía muy pocas posibilidades— o dejarlo y optar por un cargo de director técnico? Había quedado una vacante para una plaza de ayudante en el equipo técnico; él era de Atlanta, y el entrenador del primer equipo era tradicionalmente oriundo de Georgia. Se trataba de un puesto magnífico y estaba en condiciones de heredarlo.

    Un director técnico era una persona envidiable, coincidí, pero no admirable. Aun cuando fuera sólo un tercer suplente de quarterback, formaría parte del equipo, y tal vez llegara su

    momento en los minutos finales de un partido épico. Inmaculado y esbelto, acaso saliese del banquillo para conducirlos a la victoria.

    Era un consejo propio de mí. Él lo siguió, y al cabo de una semana se rompió una pierna en un entrenamiento, contó. Pasó más de un mes en el hospital y se retrasó tanto en los estudios que ya nunca se puso al día, graduándose con calificaciones muy inferiores a las que habría sacado, de modo que lo asignaron a Infantería pese a que su deseo era entrar en Ingenieros. En Corea, una bala de mortero le destrozó las piernas y lo dieron de baja. Allí se truncó su carrera.

    —Lo siento —dije.

    —Te lo debo todo a ti —contestó».

  35. Me iba a ir a la cama temprano, que estoy reventada, y he venido por si las flais, y me he encontrado con dos comentarios fabulosos:

    • El de Ostrata : que mañana escucharé entero que hoy no puedo con mi alma, pero los primeros cortes del disco me han parecido estupendérrimos.
    • El de Quinn… Otro que releeré mañana , y me imprimiré, para guardarlo

    Muchas gracias pues, y buenas noches a todos.

  36. PS : No he resistido la tentación, y ya tengo en mi kindle «Burning the Days» de Salter.

    Me lo llevo a la cama por si de puro cansancio me entra el insomnio y lo leo en vez de dormir.

  37. El año ya comenzó espléndido –jubilación– y sigue en ascenso: hoy, a las 4 a. m., me he convertido en feliz abuelo. Mi nieta se suma al abultado club de los cumpleañeros de mediados de abril (del que también forma parte su madre).

  38. Un gran abrazo Chatbot.

    No le compre su primer ordenador a esa nietita suya, ni le suscriba a una AI, ni le enseñe a decir Qbit ni cosas de esas. Al menos todavía. :-))

  39. Me tengo que ir a fisioterapia y tengo poco tiempo, mientras se terminan de cocer los espárragos blancos gordos. Así que sólo entro para darle las gracias a Quinn, por el Salter de anoche. Que, por supuesto, he estado leyendo desde las 5 , cuando me he despertado. Voy por lo que cuenta de West Point, y estoy fascinada con el libro. Y tiene gracia, que, para mí, el único petardo de John Ford, es justamente la película que hizo sobre West Point, claro que Tyronne Power, él solito, era muy capaz de cargarse una película…

    Gracias pues, Quinn.

    Y buenos días a todos, y hasta la vuelta, espero.

  40. El porrón libanés no está mal, el tío tiene estilo, pero nada comparado a la geometría del español, ese juego de conos rematado con el largo y respingón que vierte el chorrito, y permite ese corte seco final para que no se vierta ni gota.

    Eso sí, sólo con vino, quizás cerveza…otras bebidas abstenerse.

    Lo conservo en lugar privilegiado Quinn.

  41. La abuelez [el palabro existe, aunque sea en el Diccionario del Español Actual] es una de esas escasas palabras mayores.

  42. Ser ya suficientemente tonto, y orate, me permite prescindir de la lectura de artículo que haya firmado Sánchez-Cuenca. Quienes soportan tal lectura serán personas con un temple especial.

  43. Enhorabuena, abuelete Chatbot.

    Yo también me sumo al consejo de JR, empecemos por la tradición. Y aunque no sea usted popero, sin duda conocerá la canción que Steve Wonder escribió en 1973 para celebrar el nacimiento de su hija, «You Are The Sunshine Of My Life». Le dejo a Juancho la tarea de buscar versiones, que hay decenas y él es el especialista, y me quedo con mi favorita, la de Macy Gray, uno de mis grandes amores del soul.

  44. Zeppi

    Para Olmedo, con cariño, música setentera:

    ******

    Si no me equivoco, el primer vídeo es de «Sing Street«, la película de John Carney que nunca me canso de recomendar. La tienen en su catálogo Amazon Prime, Filmin y Movistar+. No sé a qué esperan.

    Eso sí, por si las moscas, «Don’t Came Easy» no suena en su banda sonora.

    Ánimo, Olmedo, que todos somos contingentes pero usted es necesario.

  45. Enhorabuena Chat! Haga caso a jrG y, cando toque, léale usted algún cuento al acostarse.

  46. Compenso mi pésima memoria con trucos nemotécnicos para no perderme. Así, el topónimo Cuenca me sirve para rehuir a Sánchez-Cuenca o para apreciar al guionista y director de cine M. Martín Cuenca, un tipo a quien no pude aplicar mis prejuicios generacionales.

  47. Olmedo siempre mereció un soneto
    Arte mayor que reluzca a la altura
    de un gran hombre, no solo de estatura.
    Que aquí -generoso- muestra el libreto

    del pop, el rock, el beat y su dulzura,
    la música que tiene en su esqueleto
    de los ritmos modernos el secreto.
    Timonel audaz de nuestra aventura

    profesor que nos mostró el alfabeto
    que permite extraer de tanta locura
    a quienes merecen cierto respeto.

    Sirva esta trova para alivio y cura
    de largas horas al lecho sujeto
    sin otro solaz en la encerradura

    Oremos por su pronta sanadura
    Que ayunos andamos de su frescura

  48. Chatbot, hemos adquirido el ‘Muy interesante’ que recomendó. Confiamos en su criterio.

  49. He vuelto hace un rato, y he estado fascinada leyendo el largo reportaje que trajo Quinn anoche ,(22,40), sobre los barcos que se ocupan del mantenimiento de los cables submarinos.

    Me ha recordado a una novela ; «The Cryptonomicon», de Neal Stephenson, uno de mis escritores favoritos. publicada en 1999. Pero en real.

    Me gustaría saber si hay alguna forma de contribuir para ayudar a esos hombres y a esos barcos, y para hacerlos más visibles, y que sean los propios gobiernos los que garanticen su trabajo y su seguridad, y que obliguen a las grandes empresas que dependen de esos cables, a pagar todos esos gastos , y que no sean los economistas de esas grandes empresas los que decidan ahorrarse esos costes de mantenimiento para no tener que encarecer el servicio, y que sus acciones sigan subiendo de valor, y poder pagar buenos intereses a sus accionistas.

    Como, por otra parte, serían las empresas concesionarias las que deberían estar obligadas durante la duración de su concesión, a dragar los embalses , mantener los muros de contención de las presas de todo tipo, etc etc. Y, por supuesto, a la terminación de la concesión, devolver las presas, y los azudes por lo menos en el perfecto estado en que los recibieron…

  50. Muchas felicidades a Chatbot por su reciente abuelato.

    Muchas gracias a todos por sus palabras de aliento y a Ximeno por tan inmerecido como cariñoso soneto.

    Desde Chez La Paz les envío un sentido abrazo.

  51. La estancia prolongada en los hospitales perjudica seriamente la salud.

    ODA A LA GALLETA MARÍA

    ¡Oh! Galleta María

    Siempre estás tan sonriente

    ¡Ay! cuando te hinco el diente

    Al empezar el día

    Para media mañana

    Es bocado excelente

    Si apetito se siente

    O simplemente gana

    De tarde que alegría

    Tan redonda y sedente

    Verte en tu recipiente

    De otras en compañía

    Del enfermo consuelo

    Alimento del sano

    Siempre te quiero a mano

    Para aliviar mi duelo

  52. Gracias por sus felicitaciones, amigos. Llego ahora del hospital, de practicar las primeras actividades de abuelo. Debo decir que he seguido los consejos que me han ido dando: nada de susurrarle a Sara la palabra «algoritmo» ni de marearla con música de Coltrane.

    Aunque he estado tentado de ponerle este tema porque parece un chica tranquila y contemplativa:

  53. Vamos, Olmedo, a cuidarse y a ver si todo va bien y puede ir a ver las semifinales, al menos la vuelta, a casa de don Trooper. Ánimo.

  54. El próximo finde, no este, tenemos las corridas de Pahla donde habrá una alta representación de EyB.

    (Aquí va un extracto de ‘El espíritu de la lamprea’)

    Anoche volví a soñar con los toros portugue-
    ses de Palha. Es una mala premonición. Me
    dan miedo los toros con 90 centímetros en-
    tre las astas. Me perseguía uno muy grande,
    de 700 kilos, y no podía correr. No solo me
    dan miedo a mí, sino a casi todos los toreros, pues esta ganadería hace más de diez años que no viene a España. No debí ir el año pasado a Aire du Provence a ver una corrida de Palha. El gladiador Juan José Padilla se enfrentó a ellos y luego estuvo muy bien en San Isidro, ¿y este año qué? Los patas blancas de Monteviejo y los del Conde de la Corte, ¡toma ya ganaderías duras! La culpa la tuvo Christian, el dueño de La Galupe en Urt, a orillas del salmonero río Adieux. Poco menos que me obligó a ir. A él le gusta comer en San Sebastián e ir a los toros, pero en el sur de Francia. Me dio un programa de la corrida donde estaban retratadas las seis fieras que se iban a lidiar. Todavía cuando veo el programa me aterrorizo, no sé por qué. Al menos comimos muy bien en el Auberge de La Galupe. Claro que la Gault-Milliau opina lo mismo y le da un 18/20. Empezamos con la señora viuda de Clicquot para acompañar unas ostras de Meremes con caviar iraní y gelatina de vieiras, y seguimos, como no, con un filete de salmón con alcachofas y jamón
    de Bayona. Seguimos con un Chateau Haut Marzubet del 90 para acompañar, esta vez, unos raviolis de pato al foie-gras y medio pichón de granja asado. Finalizamos con un vino dulce de Jurançon para un queso del
    Valle de O’ssau y un surtido de postres. La
    receta que nos extendió fue importante.

    (los hechos referidos ocurrieron en 1997)

  55. Chatbot, pruebe con esta versión jazz de la nana de Mozart Schlafe mein prinzchen. Lo del algoritmo mejor aplazarlo. Salvo que la vayan a bautizar Claudiña, entonces adelante.

  56. Marqués excelente la comanda que hicieron el La Galupe.

    Quería hacer unas precisiones para que la gente no se lleve a equívoco. Los errores se deben casi seguro a una apreciación fonética, en vez de escrita, y muy disculpables, pero pudiendo ponerlo correcto me he atrevido a ello.

    El río que pasa cerca del restaurante es el Adour.

    Las ostras en aquella zona (y en casi la mitad de Francia) proceden de Marennes-Oleron.

    El queso Vall d´Ossau-Iraty es excelente, pero yo hubiera seguido con el soberbio Burdeos que habían pedido antes, el Chateau Haut Marbuzet y dejarse de dulces para un queso de pasta dura semicurado.

    Fonéticamente se puede parecer al queso de Vall d´Oise que es de cabra semicurado, pero que se ubica al norte de París, y por dónde es el restaurante el de Ossau se corresponde más.

  57. Gracias por las precisiones, jrG. Conservo en mis diarios el manuscrito de aquella jornada que fue en 2.000, no en 1997.

  58. Tiempos que no volverán, cruel paso del tiempo.

    (qué menos que comer con seis vinos)

  59. Esto es parte de una cata que organicé en casa. Pongo a Trooper por testigo que trajo el Penfolds. .

    (Corría 1998)

  60. Esto existe y está en pdf bueno en gúguel.

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